jueves, 13 de diciembre de 2012

La vida se detenia en mis ojos mientras recostada en una terraza bien alto en la ciudad sólo miraba el cielo y mi mente se encontraba en cero. Era el mejor momento, era no sentir nada y a la vez el mismo placer de ser todo. Me sentía muy mujer, muy plena, muy libre. Ni la frescura de la noche de verano se hacia sentir, no existían necesidades de más, sólo no volver a la rutina, cosa que me di cuenta después una vez ya vuelto al ruido de las calles. Fui, y  fui muy parte del cielo. Las estrellas brillaron para mi, para el y para ella. Eramos tres cuerpos enredados disfrutando el placer del solo hecho de estar vivos y compartiendo. Las flores llevaron su color, la música se hizo amor y nosotros que pasabamos el tiempo sin sentirlo, viviendo como se debe, hoy y ahora. Así empezó, y así empece otro nuevo día, siendo yo en lo más mío.