martes, 14 de octubre de 2008

Los días en la plaza

Tanto como el sonido de una hamaca como la sombra de algún tobogán hacen a los nenes ilusionarse con jugar y transportar su alma a un mundo de juegos y nada más.
Las horas pueden pasar y se dejan ser tan mágicas para que los pequeño puedan disfrutar de compartir lo que nunca compartieron con ese alguien mas, una sonrisa, una mirada, una agarrada de manos que pueden hacer al otro brillar.
Igual existen en las plazas alguna que otra alma tímida que no se siente ir a preguntar para jugar, pero siempre están estas manos compañeras que llaman para que se aprenda a compartir la magia de ese mágico lugar.
Que lindas que eran las tardes en que las horas no pasaban más, en que volver a casa a la tardecita significaba bañarse, comer e irse a descansar para recobrar fuerzas para el sol que mañana invitaría de nuevo a disfrutar de sus rayos.
Hoy, ya más grandes nuestras sombras, los tiempos están marcados con otro reloj, están ordenados sin olvidar minuto alguno y en cada uno hay algo que hacer. Ya, jugar a la mancha, hamacarse, tirarse por el tobogán quedaron en el recuerdo, quedaron en lo hermoso que fue, una vez, en alguna que otra plaza, aprender a jugar.