viernes, 8 de junio de 2012

Así como el nombre dicta, los ciclos empiezan, giran y vuelven a empezar, hay cosas que van cambiando, y con eso acarrea todo lo que se encuentra más cercano al núcleo. Las cosas cambian y el tiempo nos hace correr al rededor de él como pequeños girando en calesita. A veces la vida tira para un lado y arranca desde lo más profundo lo que sacude al alma. De sopetón entonces empiezan a crecer ideas, de repente comienzan a renacer viejos modelos de sonrisas que habían quedado detrás. Algunos que siguen, otros que van y no vuelven. Algunos deciden seguir en caminos paralelos, otros se hacen amigos de la soledad que tanto los persigue para compartir con ella un poco de uno hasta que se siente capaz y lleno de fuerza para arrancar un camino con corazón. Es momento de dejar y caminar, es momento de arrancar. Los tiempos venían favorables, la marea comenzaba a oscilarse y yo agarrada de un barrilete imaginario me deje llevar por los aires densos del mar que me llevaron a otro horizonte. Costo ver atrás de tal neblina, pero los ojos fueron menos necios que la razón esta vez y se dejaron guiar por el tacto de la bruma en mi piel que lentamente me elevaba más allá de la ciudad. Dejaba de ser lo que era para convertirme en algo distinto. Salía de mi piel, me encontraba desubicada en la sintonía que vivía. Madrugadas distintas, tardes y calles caminadas con otras suelas en los mismos zapatos. Nada sería igual, ya nada es igual. Yo no soy lo mismo. Se alteraron de repente mis moléculas combinándose con el frío y un poco de color otoñal. Ya no era hora de mirar atrás, ya no era momento de parar. Voces que recorrían mi cabeza cantaban sin cesar que el tiempo era hoy. "Tu tiempo es hoy." Y así recorrí entonces con una escalofriante sensación de desapego diez calles que alejaron mis días. Por un par de vueltas de reloj el tiempo inmovil no me dejo encontrar razón para cambiar de posición, sin embargo el viento que entró desde la ventana sobre mi cama me sopló y me cambió de dirección. Comprendí entonces que yo ya no era la misma, entendi así que mi mirada no miraba igual. Me dejé ir, de curiosa tal vez al principio, y pronto descubrí que había más de lo que esperaba. Allá afuera habia más de lo que imaginaba. Hay más.