martes, 22 de noviembre de 2011

Algún momento tenía que ser nuevo, en un tiempo donde las corridas ya no importaban a mi reloj y los segundos se detenían en un cielo celeste, reposando en un pasto muy verde sentí como la frescura cambiaba mi ser.
Se escuchaba más que el latir de los árboles, se escuchaban los pasos de los pies al bailar sobre la tierra del lugar, se escuchaba el murmullo de risas, se sentía hermoso.
No tenía que ser de otra manera que la que estaba siendo, no podía ser tan primavera como en ese rincón con sombra bajo el sol.
Silencios, sonrisas.
De vez en cuando es necesario escuchar más allá de la sociedad.